¿Facebook es defensor de la democracia y de la libertad de expresión?
Por: Marco Antonio Mastache Espinosa
20 de septiembre de 2021
Para adentrarse en el tema es menester conocer el discurso de Mark Zuckerberg, creador y fundador de Facebook, leyendo un discurso en la Universidad de Georgetown –el pasado 17 de octubre de 2019–, se presentó como un “abanderado defensor de la democracia y de la libertad de expresión”.[1]
En el primer párrafo, Zuckerberg expresa “su creencia de que dar la voz a todo el mundo empodera a quienes no tienen poder y empuja a la sociedad a mejorar en el tiempo”.
Continua, creo que tenemos dos responsabilidades: “eliminar los contenidos del modo más efectivo que podamos, los contenidos que puedan causar un daño real y luchar para defender una definición de la libertad de expresión tan amplia como sea posible– sin permitir que la definición de lo que se considera peligroso se extienda más allá de lo estrictamente necesario–”.
“Entiendo la preocupación por como las plataformas tecnológicas han centralizado poder, pero creo que es mucho más importante es como estas plataformas han descentralizado poder para ponerlo directamente en manos de la gente, no a las empresas tecnológicas, decidir lo que es creíble”.
Tras el discurso de Zuckerberg, sobre dar la voz a todo el mundo empodera a quienes no tienen poder y empuja a la sociedad a mejorar en el tiempo, por lo cual dice ser el abanderado defensor de la democracia y de la libertad de expresión. Se trata de una falacia de la verdad a medias o quizá es una falacia en que se presenta algo creíble.
Reconozcamos, en cambio, que resulta evidente que no se puede hacer referencia a Facebook como si fuera una plataforma neutral y ajena a las relaciones de poder que se vehiculan a través de ella. Porque no lo es ni en el modo que procesa los contenidos que recibe, ni en el modo que los distribuye y presenta a sus usuarios.
Las plataformas como Facebook, Twitter o YouTube han generado un efecto disruptivo en todas las esferas, públicas y privadas. Por esta razón, “las decisiones que toma esta empresa sobre qué puede ser difundido a través de sus plataformas y qué contenidos deben ser restringidos, no deberían escapar del escrutinio público y siempre cabe preguntarse por qué unas cuantas personas tienen el poder de decidir (y en algunos casos hasta manipular) la información que consumimos y qué temas prevalecen en la discusión pública”.
Sin embargo, la comunicación es fundamental, ya que es mediante la comunicación como la mente humana interactúa con su entorno social y natural. Este proceso de comunicación opera de acuerdo con la estructura, la cultura, la organización y la tecnología de comunicación de una determinada sociedad.
La comunicación y poder están intrínsicamente relacionados, en palabras de Manuel Castells, advierte que “el poder de la comunicación está en el corazón de la estructura y las dinámicas de la sociedad”. Y que, al mismo tiempo, “el poder reside en el control de la comunicación, a la vez que el contrapoder depende romper ese control”.[2]
Podemos establecer que el poder de la comunicación mencionado en el párrafo precedente, es la capacidad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo que se favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene el poder.
Esta complementariedad de las fuentes de poder se percibe también en Max Weber cuando define el poder como “la probabilidad de que un actor dentro de una relación social esté en condiciones de hacer prevalecer su voluntad al margen de la base sobre la que descansa dicha probabilidad”.
Como Manuel Castells describe ampliamente en su tratado, la relación compleja entre comunicación y poder es anterior a la existencia de las plataformas tecnológicas y/o digitales. Los medios de comunicación (tradicionales o no) son todavía uno de los pilares del funcionamiento de la democracia; un medio de comunicación abiertamente tendencioso la socava.
De lo anterior se colige que el poder de la comunicación es el proceso fundamental de la sociedad, puesto que ésta se define en torno a valores e instituciones, y lo que se valora e institucionaliza está definido por relaciones de poder. Por ese motivo, se ha de cuestionar a los medios cuando su actuación está en exceso influida por intereses políticos o económicos.
Refiriéndose a quienes sostienen que las plataformas de Internet debieran permitir todas las expresiones protegidas en los EEUU por la Primera Enmienda (1), Zuckerberg argumenta que ello obligaría a permitir contenidos de propaganda terrorista, mensajes de acoso, pornografía y otros tipos de contenido que él mismo desaprueba y que “harían que la gente se encontrara incómoda utilizando nuestras plataformas”.
Por lo tanto, el modo en que Facebook acepta y gestiona los anuncios de política es un factor de influencia en la política. En su discurso en Georgetown, Zuckerberg fue muy explícito sobre esta cuestión.
Por último, la democracia se refiere a un conjunto de procesos y procedimientos, no se refiere a la política, se construye en la sociedad a través del proceso de la acción comunicativa. Así pues, la capacidad de la sociedad civil para proporcionar contenido a la acción estatal a través de la esfera pública – «una red para comunicar información y puntos de vista» es lo que garantiza la democracia.
Después de todo Facebook no es una empresa tecnológica, sino una empresa de publicidad. Y los publicitarios saben mejor que nadie que las creencias de la gente son manipulables a base de publicidad.
En conclusión, debemos preguntamos ¿tengo el poder de decidir que puedo difundir a través de Facebook, Twitter o YouTube?
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[1] Facebook CEO Mark Zuckerberg spears on free expression at Georgetown – 10/17/2019
[2] Bibliografía: Castells Olivan, Manuel, traducción: María Hernández Díaz, Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2009.