El juicio de Sócrates
Después de la guerra del Peloponeso, se instaura en Atenas la oligarquía dirigida por los Cuatrocientos, que más adelante pasará a los Cinco mil, hasta que la dictadura de los Treinta Tiranos, apoyada por Esparta, somete a la ciudad. Posteriormente, la democracia se vuelve a instaurar de la mano de Trasíbulo. En este contexto democrático, Sócrates, filósofo de firmes convicciones y elevada talla moral, es acusado por el político demócrata Ánito, que instigó a Meleto, un poeta mediocre, y a Licón, un orador, para llevar a cabo la acusación de impiedad y de corrupción de la juventud presuntamente atribuidas a Sócrates.
«Yo, Melitos […] acuso, en nombre de la ciudad de Atenas, a Sócrates […] de no creer en los dioses en quienes la ciudad cree, y además por introducir nuevos demonios; también le acuso de corromper a los jóvenes de nuestra ciudad. Pido de este tribunal la pena de muerte para Sócrates».
Diógenes Laercio.
El cargo de impiedad más que un problema de ortodoxia respondía más bien al miedo de despertar la cólera de los dioses. Teniendo en cuenta la situación inestable de Atenas, la impiedad implicaba una amenaza contra el frágil equilibrio político-social. Es por ello que esta acusación lleva implícito un delito de traición. Además, no creer en los dioses tiene aquí un significado más parecido al de no reconocerles, es decir, implicaría un ateísmo que contradice la siguiente acusación de introducción de nuevos dioses. En ese aspecto esta última imputación no era tan grave. El origen de este cargo podría estar relacionado con las numerosas alusiones de Sócrates acerca de «un algo divino, un espíritu divino, que hablaba dentro de él.»
El cargo por corrupción de la juventud no fue en ningún momento clarificado durante el juicio puesto que no se estableció cómo o a quiénes había corrompido específicamente. Aun así, podemos explicar algunos hechos que estarían relacionados. Por un lado, el sofista Polícrates disertaba sobre la pésima influencia que ejercía el filósofo, y por otro, la mala fama de dos de sus discípulos no contribuyeron a mejorar su imagen de corruptor de jóvenes. Me refiero al violento oligarca Critias y al traidor demócrata Alcibíades. Los excesos de estos dos personajes se pudieron considerar, en cierta medida y a ojos de los ciudadanos, responsabilidad de Sócrates.
Las enseñanzas de Sócrates eran vistas como una amenaza en diferentes ámbitos. En el ámbito teológico, Sócrates criticaba concepciones de Dios demasiado naturalistas así como antropomórficas, negando que los dioses pudieran cometer actos inmorales, impropios hasta de los hombres. El maestro afirmaba su creencia en un dios benévolo incapaz de causar ningún mal y le daba una concepción más racional y religiosa. Por otro lado, la voz divina o daimonion escuchada por Sócrates era considerada como un mandato divino y este sería el motivo por el que le acusaron de introducir nuevas deidades. Aunque empezaba a generalizarse la tendencia de un único dios, la pluralidad divina aun seguía presente. A pesar de que muchos filósofos anteriores ya habían cuestionado las ideas religiosas tradicionales, ninguno las acompañó de nuevas propuestas como hizo Sócrates. Es por ello que los ciudadanos más conservadores veían como una amenaza la nueva situación religiosa, que provocaba confusión y creían que era la causante del declive de la ciudad, y acusaban a Sócrates y a sus seguidores de enseñar y practicar la impiedad, la cual era considerada responsable de la decadencia del Estado.
Respecto al ámbito político, el posicionamiento de Sócrates no estaba definido concretamente, puesto que estaba más interesado en los problemas éticos. Se le creía antidemocrático pero sencillamente se limitaba a señalar los límites de la democracia y los errores del sistema contrario a ella: la tiranía. Por otro lado, el hecho de que su discípulo Critias hubiera sido un tirano sanguinario, miembro de los Treinta Tiranos, o la actitud deshonesta y traidora de Alcibíades, no le ayudaba a despertar simpatías entre los partidarios de la nueva democracia recién instaurada. El hecho de que Sócrates pudiera implantar sus ideas críticas en los jóvenes que se convertirían en los futuros políticos de Atenas, con el riesgo de alejarlos de los principios de la democracia, no gustó y fue considerado como una amenaza por los gobernantes demócratas de la época, que no estaban dispuestos a aceptar críticas a su modelo de gobierno.
También sus enseñanzas educativas fueron cuestionadas. Los ciudadanos más tradicionales no veían con buenos ojos unas enseñanzas sofistas en las que primaba el uso de la retórica y la dialéctica para para defender el argumento a convenir sin tener en cuenta la verdad y la moral. La creencia falsa sobre sus ideas sofistas le creo numerosas enemistades, aunque en realidad, el sofismo no encontró mayor crítico que Sócrates. Los sofistas se consideraban desestabilizadores de la sociedad puesto que no les interesaba defender los valores imperantes en la sociedad sino comercializar sus habilidades oratorias para defender cualquier argumento. Es por ello que consideraban las enseñanzas de Sócrates amenazantes y peligrosas para el delicado equilibrio en el que se mantenía Atenas después de las guerras del Peloponeso.
Aun así, el filósofo desmonta la acusación frente a un Meleto de discurso poco hábil, alegando que él no es responsable de las malas acciones que otros, al acercarse a él, hayan podido cometer. Se cree que esta acusación tenía como objetivo el desprestigio de su actividad educativa e intelectual, no compartida por sus enemigos que le despreciaban y le consideraban «una especie de mendigo ilustrado». La creencia de que Sócrates era sofista y el odio que generaba a muchos políticos por sus polémicas opiniones sobre la democracia no propiciaron, tampoco, una sentencia favorable.
El resultado del juicio tuvo fatales consecuencias para Sócrates, pues este fue considerado culpable y condenado a muerte mediante envenenamiento por cicuta. Es importante destacar que los factores que promovieron esta sentencia vinieron dados por la falsa imagen que tenía la sociedad ateniense del filósofo . La creencia incierta de que Sócrates era sofista —en realidad se oponía totalmente a la sofística— así como un componente personal de malquerencia por parte de personajes que no admitían críticas ni que se cuestionasen los principios prevalentes en la sociedad ateniense favorecieron el injusto castigo.
Pese a su brillante defensa, en la que combinaba el conocimiento y la moral, típicas de su pensamiento, su discurso no fue adecuado para conseguir una absolución que requería una imagen opuesta a sus propias creencias. El filósofo no antepuso su vida durante su alegato sino que expuso su verdadero yo, con lo que se vio abocado a escoger su muerte para salvaguardar su auténtica imagen.
«Sócrates estaba más preocupado en mostrar la verdad acerca de su vida justa —sabiendo que la verdad no siempre es persuasiva— que en convencer a los jueces de su inocencia a través de medios que consideraba injustos.»
Miguel Pérez de Laborda. El más sabio de los atenienses: Vida y muerte de Sócrates.
Una vez declarado culpable, Meleto propuso como condena la pena de muerte, aunque pocos pensaron que esa medida sería aplicable. Detrás de todo esto se escondía la incomodidad que causaba el filósofo a muchos políticos, así como la astucia de Ánito, que no lo soportaba, y su afán por establecer una condena ejemplarizante contra los sofistas, tan mal vistos por la sociedad. Según las leyes de la época, los magistrados establecían que la defensa propusiera una pena alternativa, lo suficientemente dura para que asegurar que los jueces la escogerían frente a la pena de muerte.
Hay incerteza sobre si los acusadores querían realmente la muerte de Sócrates. Es probable que pensaran en la solicitud de una conmutación de la pena capital por un destierro o tal vez que Sócrates huyera de la ciudad. Pero para Sócrates huir y evitar la muerte hubiera sido un injusticia y le era impensable vivir sin filosofar, puesto que eso sería desobedecer a su dios y, por supuesto, no recurrió a esta opción en beneficio de su paz interior. Además, Sócrates creía en una vida después de la muerte en la que se retribuían las buenas o malas acciones.
Sócrates fue condenado por 281 votos en contra y 220 a favor. En vez de solicitar la conmutación de la pena, solicitó al tribunal vivir a expensas del Estado en el tono megalegórico que empleó durante todo el juicio, lo cual enfureció a muchos miembros del tribunal. Esta acción provocó su condena a muerte por 360 votos en contra y 141 a favor. Sócrates se enfrentó a su destino con ejemplaridad y con una tranquilidad que mostraba la convicción profunda acerca de la inmortalidad del alma, así como la certeza de que la condena había sido injusta. Después de un mes en prisión la sentencia fue ejecutada y Sócrates murió rodeado de algunos de sus discípulos, no tan convencidos como él de la existencia de un alma inmortal.
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