El abogado y el ángel de la muerte

Un abogado había conseguido acumular en los últimos años una fortuna de tres millones de euros. Satisfecho, aquella tarde, solo en el despacho, y tras concluir una compleja opinión legal, introdujo cuidadosamente las claves bancarias en el ordenador y, apoyado en su escritorio, se regodeó con los seis ceros que brillaban en el saldo de su cuenta corriente. ¡Lo había logrado!, después de tantos años de trabajo, no solo se había convertido en uno de los mejores juristas del país, sino que además disfrutaba de una posición económica envidiable que, con seguridad, no pararía de crecer.

Ciertamente, – pensó – llevaba mucho tiempo trabajando sin parar, pero la verdad es que se había convertido en una adición que lejos de incomodarle, le proporcionaba un inmenso placer.

Rondaba estos pensamientos, cuando decidió ir al office a prepararse un café – la noche sería larga, y había que estar despierto, pensó – . Al incorporarse, notó un fuerte dolor en el brazo izquierdo, lo que motivó que se incorporara con sumo cuidado, pues no era la primera vez, y sabía lo que había que hacer para mitigar este molesto dolor. Tendría que ir al médico – se repitió como tantas otras veces -, pero – pensó -, a ver de dónde saco el tiempo…

Al regresar con el café humeante a su despacho, sentado en su escritorio se encontraba el Angel de la Muerte, quien lo observaba con una mirada inexpresiva, pero terrorífica.

El abogado, que comprendió inmediatamente el significado de aquella presencia, trató por todos los medios de convencerlo de que se había equivocado; como buen negociante, elaboró todo tipo de argumentos, pero el Angel de la Muerte permaneció impasible.

A la vista de su primer fracaso, el abogado, fiel a su tenacidad, trató de comprar tiempo para sí mismo; no obstante, su visitante era inflexible, no habría más tiempo.

El abogado no se rendía, y en un nuevo intento hizo una oferta: “Dame tres días de vida y te daré un tercio de mi fortuna, un millón de euros”, ofrecimiento que éste rechazó con un gesto casi imperceptible.

“Dame dos días más de vida – suplicó el abogado -, y te daré dos millones de euros”

El Angel se negó nuevamente.

Finalmente, desesperado, el abogado decidió perder toda su fortuna en otra nueva propuesta: “Dame un solo día y te daré todo lo que tengo, toda mi fortuna, tres millones de euros”

Por tercera vez, el Angel desestimó su petición. Acto seguido, recogió su guadaña, que se encontraba sobre el escritorio y se incorporó. En esto, el abogado se dirigió nuevamente a su temible interlocutor en los siguientes términos “¿Podrías darme unos minutos para dejar una nota?, deseo que esta vez si le fue concedido, pues el Angel volvió a sentarse, aunque conservando la guadaña entre sus manos.

El abogado, con lágrimas en los ojos comenzó a escribir…

Aprovecha la vida y haz un buen uso de tu tiempo. El trabajo no puede ser el único valor y sentido de tu vida; no descuides a tu familia, a tus amigos y a todo lo que la vida te regala cada día, pues yo no pude comprar una hora de vida ni por tres millones de euros y en verdad perdí toda la vida olvidando las verdaderas cosas importantes. Averigua de corazón lo que es importante para ti y préstale el tiempo y la atención que merece.

Tras dejar la pluma, sigilosamente, ambos abandonaron el despacho rumbo a lo desconocido…

Adaptado de un cuento de Idries Shah, El Camino del Sufi. Editorial Paidos.

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El contenido de la presente publicaciòn fue tomado en su integridad de la pagina http://www.legaltoday.com

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